La Cartuja, la celda

La cartuja.

Un monasterio cartujo (cartuja) lo constituyen un conjunto de edificaciones construidas para poder albergar y desarrollar el singular modo de vida cartujano: eremitas que viven en comunidad.
Están situados en amplios territorios no urbanizados, generalmente rodeados de bosques lo que permite, al igual que la distribución arquitectónica de los edificios el máximo de soledad y silencio,básico para el desarrollo de la vocación cartujana.

Una cartuja está constituida por cuatro áreas o zonas principales.

Zona eremítica: Formada por el Claustro mayor a cuyo alrededor se distribuyen las celdas (pequeñas casas con jardincillo) donde los Padres (o las monjas de coro) hacen su vida solitaria. En algunas cartujas existe otro claustro, conectado al primero, donde habitan los hermanos/nas.

Zona cenobítica o comunitaria. Compuesta por la iglesia, la sala capitular, el refectorio y capillas distribuidas en torno a un pequeño claustro llamado «de recordatione».
En esta zona se tienen unos momentos de vida diaria en comunidad. Momentos que permiten el intercambio espiritual y humano y que contrarrestan, de esta manera, los posibles inconvenientes de la vida eremítica en soledad plena, facilitándose, al mismo tiempo, la fraternidad y la caridad cristiana.

Zona de obediencias. Ocupada por las estancias donde se realizan las tareas destinadas a la vida de la comunidad: cocina, lavaderos, sastrería, etc. También se sitúan las celdas de los hermanos/as ( en las cartujas que no disponen de segundo claustro) y la procuración. La zona, suele configurarse entorno a un patio llamado de las «obediencias».

Zona de servicios. Es el área donde se localizan los almacenes, talleres, granja etc. Es la zona mas alejada de la zona eremítica para evitar los ruidos. Entre la zona de servicios y la de obediencias, generalmente separadas por un patio, se encuentran la portería, la hospedería y la capilla exteriores. Estas tres dependencias no pertenecen a la clausura.

Normalmente, una amplia huerta, rodeada por un muro, completa las instalaciones y servicios de la cartuja.

La disposición de las áreas está en función de mantener las celdas lo más alejadas posible del ruido exterior, con el fin de facilitar el aislamiento, la soledad y el silencio que permita al monje la meditación y la oración pura.

La arquitectura cartujana es, por lo general, austera, sobria y funcional. Únicamente el área cenobítica, donde radican las edificaciones destinadas al culto, destaca arquitectónicamente.

La celda.

El empeño y el propósito nuestros son principalmente vacar al silencio y soledad de la celda. Esta es, pues, la tierra santa y el lugar donde el Señor y su siervo conversan a menudo entre amigos; donde el alma fiel se une frecuentemente a la Palabra de Dios y la esposa vive en compañía del Esposo; donde se unen lo terreno y lo celestial, lo humano y lo divino.
( Estatutos 4,1)

Este párrafo de nuestros Estatutos resume muy bien lo que es y significa para el cartujo la celda. Es el instrumento que nos ayuda buscar a Dios. En la soledad y silencio de la celda pasamos la mayor parte de nuestra vida. En ella encontramos la felicidad mas plena que pueda darse en la vida humana: el encuentro y la plenitud en el Amor de Dios,

Arquitectónicamente, la celda, a la que se accede desde el claustro, es una pequeña casa con jardincillo. Consta la celda, generalmente, de: un vestíbulo, sala del «Ave María», «cubiculum» (sala con espacio para zona de oratorio, estudio, comer y dormir), pequeño taller, servicio higiénico y porche con salida al jardín. En la planta piso se situa el desván que nos sirve de trastero y de almacén de leña.

El lugar es austero pero cómodo y acogedor y la distribución racional de la celda, permite una gran funcionalidad en la realización de las tareas cotidianas. Es el ámbito propicio que nos facilita la soledad y el silencio, la calma interior, el equilibrio síquico, el sosiego. Es el lugar donde comemos, dormimos, trabajamos (tanto intelectual como físicamente) pero sobre todo donde oramos. Es, la nuestra, una oración simple, libre, sin método, que con el tiempo va significando y nos lleva y se reduce a un estar continuo sereno y reposado, a la vez que intensa y permanentemente entregado a Dios, sin ruido, sin palabras. Es la oración permanente, continua, que lleva, por la gracia del Espiritu, a la contemplación, al encuentro amoroso con Dios.