Presentación de la casa

La Cartuja, Cartoixa, de Santa María de Montealegre se encuentra situada en la comarca catalana del Maresme, desde ella se ve Barcelona.

En 1415 (Cristóbal Colón no había nacido) la comunidad cartujana de Valparadís, que no podía continuar donde estaba, adquirió el Mas de Rovira, donde encontró una torre medieval que aún es el orgullo de Montalegre. En 1434 se le unió la comunidad de Sant Pol. Las obras de la nueva Cartoixa de Montalegre terminaron en 1463. El siglo XIX fue bastante aciago para la Cartuja. Entre 1808 y 1814, la comunidad tuvo que abandonar el recinto a causa de la guerra napoleónica Finalmente, en 1835, la desamortización de Mendizábal llevó a la exclaustración. Durante el tiempo que los monjes estuvieron fuera de Montealegre, la Cartuja fue primero cuartel militar para convertirse luego en hospital. En 1901 se instala una nueva comunidad, procedente de Francia, compuesta por 29 padres y 23 hermanos. Venían huyendo de la persecución.

Los edificios de la Cartuja se ordenan alrededor de dos claustros yuxtapuestos. Las obras del primero, de 55 metros de lado, estilo gótico simple, con tramos de tres arcadas apoyadas sobre columnas sencillas y diecisiete celdas, terminaron en 1448. En 1636, con un segundo claustro, se amplió el número de celdas hasta las actuales 30. Paredes de piedra sin desbastar, ladrillo para los arcos, chimeneas bien trabajadas y bóvedas admiradas por ser en ladrillo vertical.


La iglesia es también de estilo gótico de extrema sencillez, dividida en dos coros: padres y hermanos. No existe una zona destinada a los fieles, ni abajo ni en tribuna, ya que no se permite la entrada a los oficios religiosos a nadie que no sea residente en la Cartuja.


La iglesia tiene fachada sin espacio ante ella, con portón monumental pero que no se usa. Se entra por el claustrillo, donde están las dependencias comunitarias: capítulo, refectorio, capillas para las misas solitarias. Todo en el mismo gótico final sobrio.
En el centro de ese claustrillo un bello pozo del siglo XV. La construcción hidráulica de Montalegre es muy interesante. Tiene varios manantiales cuyas minas abastecen el monasterio y sus huertas. Aun así, hasta el siglo XX no hubo canalización para las celdas y los monjes tenían que servirse de grifos instalados en los ángulos de los dos claustros. Con todo el agua era y es abundante. Se conserva la llamada “safareig de les tortugues”, balsa donde las criaban para comerlas.

La mitad de las celdas, hacia el sur, tienen un mirador donde los cartujos contemplan el Mediterráneo. El clima es muy suave. Las celdas del claustro no tienen escalones. Cerca está Barcelona, con sus hospitales grandes y modernos. Todo eso ha salvado y conservado Montalegre en el siglo XXI en que la Orden, drásticamente reducida en personas, ha tenido que cerrar casas: Jerez, Zaragoza, Évora, en la península ibérica. Cuando eso se decidía se destinaba Montalegre a Casa de Ancianos.

Esto es tanto más admirable, si no inesperado, dada la triste historia de esta comunidad durante el siglo XX. Años azotados por desgracias. Unas cien hectáreas de viñas, que daban un vino renombrado (en la tradición de la Cartuja en Cataluña) ardieron. Un pinar, improductivo pero hermoso y protector, rodeó entonces el monasterio. Pero el fuego apocalíptico volvió a castigar. Podemos llamarlo así porque hubo incluso una víctima mortal, un Hermano que en la huida de todos cayó y no pudo salvarse. Años después un prior en pleno éxito quedó inutilizado por un ataque cerebral. En fin, “a grande nave, grande tormenta”.

Durante los sucesos de la Semana Trágica en 1909, a poco de refundada Montalegre por cartujos franceses, se instaló, anexa al edificio, una dotación de la Guardia Civil para proteger a la comunidad de los posibles ataques. Se conservan sus atalayas. La Guerra Civil de 1936-1939 afectó de nuevo a la comunidad. Los 21 padres y 16 hermanos se dispersaron. Seis de ellos fueron asesinados durante los primeros días de la revuelta, por manos de milicianos. Éstos quemaron el convento pero una imagen de la Virgen no ardió, quedó chamuscada de humo y así fue conservada hasta hoy por los cartujos que en 1939 pudieron regresar.


Las reliquias de esos mártires de 1936 se conservan en la sacristía de Montalegre con entrañable devoción y veneración. Cartusia sanctos facit sed non patefacit, por lo cual la Orden no se ha movido para su beatificación. Pero la diócesis sí los ha incluido en la lista de sus mártires, con proceso incoado y muy esperanzado.


Esa protección y las circunstancias locales han obtenido del Cielo para Montalegre el convertirse en Cartuja de Ancianos. Abierta a un futuro igual aunque con otras caras.

Lo que Dios hace está siempre bien hecho…