Vida eremítica y cenobítica

San Bruno, atraído por el ideal de espiritualidad de los antiguos solitarios del desierto, buscó para sí y sus seis compañeros, un lugar retirado, la Chartreuse, donde retirarse y, aislado del mundo, consagrar su vida de soledad a la contemplación, al amor de Dios.

Pero Bruno no fue un simple continuador de aquellos santos Padres del Desierto. Guiado por la Gracia, supo combinar una parte predominante de vida solitaria con un mínimo suficiente de vida en común, cenobítica, de manera que soledad y vida fraterna se equilibran mutuamente. De esta manera, consiguió evitar los posibles peligros que una vida, en absoluta y permanente soledad, puede acarrear al eremita. La característica principal de la Cartuja es, desde sus inicios, la de ser una comunión de solitarios para Dios.

Desde su primera edición, en 1128 los Estatutos cartujanos proclaman, al referirse a sus monjes: «Hemos sido llamados especialmente a la vida solitaria». Vida solitaria, que contribuye a la unión del monje con Dios y en cuyo marco, asocia el cartujo su propio sacrificio al de Cristo, en favor de la Humanidad y de la Iglesia.

La vida eremítica la realiza el cartujo en su celda. En ella pasa la mayor parte de su vida ocupado en la oración, el estudio, los trabajos manuales, arreglo del jardín, etc. No sale de la celda mas que para las celebraciones litúrgicas (tres al día; en las festividades mas) y para los actos y actividades previstos por los Estatutos.

La vida comunitaria tiene su fundamento en las celebraciones litúrgicas (vigilia nocturna, misa conventual y vísperas) y en diversas actividades (comida y recreación en comunidad los domingos y festivos, largo paseo semanal, reuniones en el capítulo para seguir la marcha de la comunidad, etc.) Las recreaciones y paseos ayudan a cultivar y a estrechar lazos de afecto mutuo y familiaridad que permiten considerar a la comunidad como una familia; al mismo tiempo aseguran el equilibrio síquico de los monjes.

«La oración comunitaria que hacemos nuestra por la celebración litúrgica, se prolonga en la oración solitaria con la que el monje ofrece a Dios un íntimo sacrificio de alabanza que está sobre toda ponderación». Estatutos 41,4.

En la Cartuja, la vida litúrgica une armónicamente la oración solitaria y la comunitaria y sus monjes aun reservando en absoluto a la oración interna un puesto de elección, consagran a la recitación y al canto de los Oficios mas de cinco horas diarias. La plegaria del Oficio es un camino seguro para la contemplación pues facilita la unión con Dios y dispone al alma para recibir los toques de la Gracia.

La liturgia, cima y fuente de la vida eclesial, es, para el cartujo, signo de contemplación y complemento de la oración solitaria. A su vez, la oración en soledad, completa el culto comunitario. Y, por la conjunción de ambas, participa del Misterio de Cristo, crucificado y resucitado.

La liturgia cartujana

Desde sus orígenes la Cartuja dispone de una liturgia propia adecuada a la vida solitaria y contemplativa de sus monjes. Acorde con el carácter de la Orden, el rito cartujano es mas simple que la liturgia romana y sobrio en sus formas exteriores. Estas características favorecen una participación mas íntima y la unión del alma con Dios.
La liturgia cartujana dispone de muchos tiempos de silencio y en sus cantos emplea el gregoriano, si bien es mas lento y de tonos menos agudos y melismáticos que el benedictino. La ausencia de instrumentos musicales es total.


Celebraciones litúrgicas

Los momentos culminantes del día litúrgico cartujano son: La vigilia nocturna, la misa conventual y las vísperas. Se celebran comunitariamente en la iglesia.

La vigilia nocturna. (Maitines y Laudes) Tiene lugar a medianoche, mientras gran parte de la humanidad duerme, en la semioscuridad de la iglesia. Durante dos o tres horas, según los días, los cartujos se unen a Dios y, entre silencios, le cantan a viva voz, le alaban, le dan gracias y le ruegan interceda por toda la humanidad.

La misa conventual. Diaria y cantada por la comunidad. Los domingos y festivos se hace concelebrada. Los días de diario, solo hay un celebrante en el altar y la celebración de la Eucaristía se desenvuelve en un ambiente de profundo recogimiento y silencio que, unido a la simplicidad del rito favorece una participación íntima en la Eucaristía. Los monjes de coro, en otro momento del día y en una capilla solitaria, celebra la Santa Misa uniéndose fraternalmente al sacrificio de Cristo por la humanidad.

La misa cartujana recuerda la primitiva misa pontifical y su rito, está tomado de un antiguo ritual lionés del s. XI. Es mas corto que el tridentino y moderno y tiene una hermosa sencillez.

Vísperas. A media tarde se reúnen, por tercera vez en el día, los monjes para alabar a Dios. Finaliza la celebración con la Salve Regina.

Los domingos y festivos se cantan también, en la iglesia, la Liturgia de las Horas, Tercia, Sexta y Nona.

La parte del Oficio Divino que no se canta conventualmente, la recitan los monjes individualmente en su celdas respectivas todos a la misma hora y con las mismas ceremonias liturgicas. También en la celda, los cartujos, recitan diariamente el oficio de la Virgen María y una vez a la semana, el oficio de difuntos.

Mediante la liturgia, en la iglesia o en la soledad de la celda, los cartujos forman una verdadera comunidad monástica, se sienten reunidos bajo la mirada de Dios para amarlo, alabarlo, interceder por los demás y darle grácias.