La finalidad primera de la Orden de la Cartuja es la de glorificar a Dios. Sus monjes y monjas dedican y consagran su vida entera a amarlo, a contemplarlo. Todo lo demás se circunscribe y es consecuencia de ello.
La verdadera razón de ser de los miembros de la Cartuja, no se halla ni en su santificación personal, ni en su misión apostólica oculta, sino que reside únicamente en Dios.
El monje cartujo, la monja cartuja, al retirarse del mundo como los primeros Padres del Desierto, lo hace para glorificar a Dios. Su retirada no significa en ningún caso, desprecio o despecho de los hombres. Es fruto del amor de Dios, de su llamada.
La Cartuja es su desierto. En la soledad y el silencio, que le proporciona el monasterio, y con la ayuda de la Gracia, el monje y monja cartujo, alcanza una más íntima unión con Dios y, a través de Él, con toda la humanidad. Y, en esa unión, en la contemplación, adora a Dios, lo alaba, le da gracias, se deja seducir por Él y se entrega a Él en nombre de todos los hombres. Cumple así la misión que le ha encargado la Iglesia de que sea, en nombre de todos, en solidaridad fraterna con todos, un alma en continua oración.
Los cartujos, como otros monjes dedicados a la contemplación, cumplen también la función de intercesión ante Dios rezando, por vivos y difuntos, cada día, en todos los oficios litúrgicos y en la Eucaristía.
Al mismo tiempo, por la contemplación, por el encuentro y la íntima unión con Dios, los monjes y monjas cartujos son y dan, al mundo, testimonio de que Dios existe y que puede llenar el corazón del ser humano.
Los monjes y monjas cartujos son también testimonio vivo de fe pues hoy, mas que nunca, tiene el mundo necesidad de ver a hombres y mujeres que creen en la buena nueva del Evangelio, de saber que Dios nos ama antes que nosotros lo amáramos, que Cristo ha resucitado, que desea vivir en nosotros llenándonos de su Amor infinito. Hombres y mujeres que creen hasta el punto de sacrificarse, dejando, en numerosos casos, una vida fácil y cómoda, consagrando toda su vida enteramente a Dios.
La vida cartujana es una vida ascética. Ascesis que, con la ayuda de la Gracia, permite una vía más fácil a la contemplación y, al mismo tiempo, se ofrece también, libre y gratuitamente, como penitencia de amor fraterno, asociada a la obra de Cristo, unida a Él, por la salvación del mundo y la santificación de la Iglesia.
Por último, la Orden de la Cartuja procura a sus monjes y monjas la estabilidad espiritual y material que les permite su fin primero y último: vivir en Dios, por Dios y para Dios.