La llamada
No sois vosotros los que me habéis escogido.
Soy yo el que os escogió…. (Ju 15,16).
Dios llama a la vida religiosa, a la vida contemplativa, a la vocación cartujana. Su llamada, de amor pleno, es una inmensa gracia, generosa, eterna y gratuita. Es una invitación al hombre libre para que libremente le acepte.
Mira, estoy a tu puerta y llamo;
Si alguien oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa y comeré con él,
Y él conmigo. (Ap 3,20)
Para que, una vez aceptado, estar con nosotros, unidos a Él, en íntimo amor.
Le seduciré,
me lo llevaré al desierto
y le hablaré al corazón … (Os 2,16-18)
La contemplación es obra de amor y la vida contemplativa solo es comprensible y realizable con ese amor.
Hoy día en un mundo generalmente, secularizado, materialista y alejado de Dios, es difícil entender y comprender una vida alejada del mundo para dedicarla enteramente al Amor, al amor de Dios. Dejarlo todo, para vivir en Dios y para Dios.
Dios es Amor,
el que vive en el Amor
Está en Dios y Dios está en el. (1 Ju 4,16)
La llamada de Dios reviste múltiples formas, mas en todas ellas late una manifestación de su amor personal por el llamado. En algunos casos, no se podrá dudar de una intervención especial de la Gracia, en otros, los mas frecuentes, la actuación de ésta seguirá caminos ordinarios.
La respuesta
Dios llama por amor, y con amor se ha de responder. Y amar es darse a si mismo. Sólo el que ama se entrega total y desinteresadamente. Al entrar en la cartuja quizás vayamos a dejar muchas cosas que, a ojos del mundo, pueden resultar sumamente placenteras. La opción es radical, valiente. Pero vale la pena vivirla. Arriesgarse por Dios, es una felicidad que nos lleva a la felicidad plena.
En la búsqueda de la vocación entra también, junto a la divina gracia, la libre cooperación humana. Dios habla comúnmente a través de los acontecimientos y de las personas e incluso a través de nuestros gustos e inclinaciones.
El disgusto del mundo y de la vida no es motivo legítimo de vocación; cuanto más se ama a Dios, más se ama al prójimo y más se ama a la vida, como don precioso de Él.
Los que se creen objeto de un llamamiento súbito y extraordinario, deben probar la autenticidad de su vocación haciéndola pasar por la criba de una seria reflexión y sometiéndola a la criba del tiempo. La vocación romántica de una vida desecha: decepción amorosa, fracaso del mundo, reparación de una vida de pecado, etc. es cosa muy excepcional en la Cartuja (cuando en el mundo tantos están convencidos de que estas son las auténticas y únicas vocaciones de los cartujos) Los que perseveran en la Cartuja no han venido, generalmente, porque necesitaban hacer penitencia, sino porque estaban enamorados de Dios y desean líbremente consagrar su vida a amar a Dios.