Historia de la Orden Cartujana

Entre los siglos X y XII, o sea, entre la gestación y la expansión de la gran reforma iniciada por Cluny e impuesta más tarde por los papas, se originaron un gran número de ensayos de vida religiosa, contra la laicidad y la opresión que el feudalismo había impuesto a la Iglesia. Fueron sobre todo los ideales de libertad y autonomía frente al poder civil los que desencadenaron la reacción o reforma, que pronto se concretó en la búsqueda de nuevas formas de vivir la fe y de una espiritualidad mas autentica. Dos elementos aparecen en las nuevas formas que se establecen de vida religiosa en este momento: la exigencia de una pobreza efectiva y de una mayor austeridad y la aspiración vehemente a la vida solitaria: Camaldoli, con san Romualdo (+1027), Fonte Avellana, con san Pedro Damiàn (+1072), Vallombrosa, con san Juan Gualbert (+1073), Citeaux, con Roberto de Molesmes (+1099) y san Bernado de Claravall (+1154). Dentro de este gran movimiento monástico, de reforma y de simplificación, de redescubrimiento y de nuevo impulso de la vida eremítica de los padres del desierto, se sitúa la fundación de la cartuja, obra de san Bruno.

En 1084, Bruno de Colonia se retiraba al bosque, al desierto, de Chartreuse – en la diócesis de Grenoble – a un lugar cedido por su amigo, el obispo Hugo, a dónde pronto se le unirían algunos compañeros. Allí vivírían en cabañas construidas entorno a una capilla. De esta manera se configuró esta singular orden, confluencia de eremitismo y de cenobitismo, en la cual, dentro un mismo conjunto monástico, sus miembros, que viven de forma eremítica, en celdas individuales e independientes – en forma de pequeñas casitas con oratorio, lugar de estudio y huerto – participan, al mismo tiempo, de algunos actos comunitarios sintiendose por ello, parte del grupo o comunidad.

Bruno no quería fundar una Orden, y por ello ni siquiera escribió una regla o estatuto para sus compañeros. Fijó con su vida y ejemplo una norma y, a ruegos de su discípulo Landuino, escribió una carta a los Hermanos, que llegó póstumamente a sus discípulos de Chartreuse. La carta es tenida como «el testamento de san Bruno». El quinto prior de Chartreuse, Guigo, redactó, en torno a 1127, las Consuetudines o reglamento de la Orden.

Durante el priorato de Antelmo se reunió el primer Capítulo General (1140). A él, se sometieron, desde entonces y para siempre, todas las Casas de l’Orden, En ese año, la Orden cartujana nació oficialmente. La Orden, fue creciendo paulatinamente. En 1142 ya se habían unido cinco casas a la de Chartreuse y, en 1164, el papa Alejandro III confirmaba y ratificaba definitivamente dicho nacimiento. Posteriormente, se añadieron nuevas disposiciones a las Consuetudines. Desde entonces, la Orden no ha tenido que ser nunca reformada. De hecho, se dice de la Cartuja: nunquam reformata, quia nunquam deformata («nunca reformada porque nunca se deformó»)

La Orden se extendió rapidamente en época bajo-medieval hasta llegar a 56 casas en 1258, y al máximo de 107 en torno al 1350, momento en que la componian 2500 monjes y 1300 hermanos conversos. Se mantuvo creciendo hasta el siglo XVII, época en que empezó un descenso que se acentuó posteriormente con las desamortizaciones y exclaustraciones del siglo XIX.

En torno al año 1145, las monjas del monasterio de Prebayon, en Francia, adoptaron para su comunidad el estilo de vida cartujano. Fue el nacimiento de la rama femenina de la Orden.
Hoy día cuenta únicamente con 21 casas en todo el mundo, cuatro de las cuales estan en suelo español: Montalegre, Portaceli, Miraflores y Benifassà. De estas, las tres primeras son de monjes y la última, de monjas.

El primer monasterio cartujano de la Península Ibérica fue el de Scala Dei, situado en las vertientes del Montsant, en la comarca del Priorat, en Cataluña. El año 1194 llegaron los primeros monjes cartujos al lugar, que ya estaba habitado desde unos años antes, en torno al 1164, por ermitaños. Scala Dei fue madre de numerosas cartujas: Sant Pol de Mar, en el Maresme (1269), Porta Coeli, en el Camp del Túria (1272), Sant Jaume de Vallparadís, en Terrassa, Vallès Occidental (1345), Valldecrist en el Alt Palància (1385), Vall de l’Esperit, en el Camp de Morvedre (1389), Valldemosa, en Mallorca (1399), Montalegre, en el Maresme (1413), Ara Christi, en l’Horta (1585), Ara Coeli, en Lleida (1590), y Vía Coeli, en el Baix Segura (1639), Benifassà (1967). En el resto de España las cartujas fueron las siguientes: El Paular (1390), Las Cuevas (1400), Miraflores (1442), La Anunciación (1442), Aniago (1441), Cazalla (1479), Jerez (1476), Las Fuentes (1507), Aula Dei (1564), Granada (1587), Scala Coeli (1587) y Valle de la Misericordia (1595).

En 1301, la Orden para su mejor gobierno, distribuyó los monasterios en cinco provincias: Francia, Provenza, Lombardia, Burgundia y Gebbenense. Las cartujas de Scala Dei, Sant Pol y PortaCoeli se integraron en la provincia de Provenza. Posteriormente en 1346, al establecerse la provincia de Aquitania, estas cartujas, junto a la de Vallparadís, pasaron a la nueva provincia. Tras la fundación de Valldecrist y del Paular, en 1393, la Orden creó una nueva provincia: Cataluña. En ella se integraron: Scala Dei, Sant Pol, Porta Coeli, Vallparadis, Valldecrist y el Paular y, posteriormente Valldemosa, Las Cuevas y Montalegre. En 1442, con motivo de la fundación de las cartujas de Aniago y Miraflores, se creó la provincia de Castilla, que integró las cartujas situadas en territorio castellano y andaluz (El Paular, Las Cuevas, Aniago, Miraflores y posteriormente Jerez y Cazalla)

La provincia de Cataluña estaba integrada por los monasterios de los territorios de l’antigua corona aragonesa (Cataluña, Aragón, Valencia y las Islas Baleares). Es decir, en aquellas fechas, por las cartujas de Scala Dei, Porta Coeli, Valldemosa y Montalegre. Posteriormente se añadirían Las Fuentes, Aula Dei, Ara Christi, Inmaculada Concepción de Zaragoza y las efímeras de Ara Coeli (1588-96) y Via Coeli y Sant Josep (1640-81) Las cartujas portuguesas de Scala Coeli (1587) en Evora y Valle de la Misericordia en Lisboa (1595), fundadas con monjes de la provincia catalana, formaron parte de la provincia de Cataluña hasta 1611.

Como elemento de identificación de la Orden (escudo) los cartujos usaron al principio los instrumentos de la Pasión de Jesús y posteriormente esto: un globo terrestre con una cruz en su cima. Acompañan a la cruz siete estrellas, que representan a san Bruno y sus seis compañeros en la primera cartuja.
Como divisa, la Orden adaptó la siguiente: Stat crux dum volvitur orbis. (Sobre el mundo que cambia, la cruz permanece siempre inmutable)

Por sus aportaciones espirituales y culturales, la Orden cartujana se sitúa entre las grandes instituciones monásticas de la Iglesia. Se distingue de éstas en que en todas los monjes se aíslan del mundo en un monasterio donde conviven para todo, mientras los cartujos se aislan unos de otros incluso dentro de su Cartuja.